Requisito para optar por el grado de Licenciado en Filosofía y Lengua Castellana. Trabajo académico dirigido por Damian Pachón Soto. Universidad Santo Tomás, Facultad de Filosofía y Letras, Licenciatura en Filosofía y Lengua y Castellan, Bogotá, 2014 [PDF]
Esta es la historia de un crimen, del asesinato de la realidad. Y del exterminio de una ilusión, la ilusión vital, la ilusión radical del mundo. — Jean Baudrillard
INTRODUCCIÓN
Con dolor nace el hombre, y ya es riesgo de muerte el nacimiento. Prueba tormento y pena Para empezar, y en el principio mismo sus dos progenitores De haber nacido intentan consolarlo. Y cuando va creciendo ambos lo ayudan, y continuamente, con gestos y palabras animarlo procuran y consolarlo del humano estado: con respecto a su prole, para los padres no hay más grato oficio. Más ¿Para qué traer al mundo y mantener con vida a quien habrán de consolar por ello? Si la vida es desdicha. Giacomo Leopardi
El siglo XX estuvo marcado por diversos acontecimientos que configuraron su devenir como una época de gran revuelo científico, y, por su puesto, una continua valoración humana hacia la vida y la historia. Las circunstancias para un hombre del común se mostraban como una amenaza constante frente a su vida. La constante lucha entre poderes, que en el presente siglo, se había engrandecido, mostró límites no pensados. Era un peligro vivir y convivir en tan petulante clima. Sin embargo, el ser humano en su ceguedad, perduró y sobrevivió en un intempestivo clima social. La filosofía había cambiado. Los grandes sistemas fueron reemplazados por reflexiones concretas que no giraban en torno a una idea o sistema, pero el pensamiento, que flotaba, se mostraba como una justificación frente al panorama mencionado. Era un momento de crisis en el cual solo se podía describir, intelectualmente, la desdicha y la tristeza que invadían al ser humano. ¿Qué se podía escribir? O como expresó Adorno ¿Cómo educar después de Auschwitz? ¿Qué fue la vida del hombre en tan inclemente clima histórico? Después de mentar las anteriores preguntas, sólo se pudo encontrar con una tiranía del ejercicio del pensar, esto es, pensar imponiendo una idea, como ocurrió en Mayo del 68 con la revolución de los estudiantes. El medio académico estuvo presente, narrando los hechos históricos y su papel fue esculpido bajo la sombra del desánimo. En medio de este panorama se encuentra un pensador que, como ningún otro, trato el tema de la vida humana y su desdicha, al margen de todo prejuicio social.
Emile Ciorán nació en el pueblo de Răşinari cerca de Transilvania, en lo que hoy día es Rumania. En sus años de adolescencia viajó a Francia y allí se instaló hasta el día de su muerte. En el frío de una podredumbre existencial, Ciorán se mostró fuerte y sincero frente a los acontecimientos que se desarrollaban en Europa. Su arma más letal fue la de la insolencia verbal y, en algunas ocasiones, el desinterés. Es de esta manera que la presente investigación se interesó por su pensamiento, como una búsqueda hacia el concepto de la vida humana en su filosofía.
Ciorán no es un pensador fácil, sus argumentos, si es que en verdad existen, son confusos de entender para quien no está acostumbrado a pensar sobre los límites de la existencia2. Su escritura es cortejada por críticas y desvanes de quienes no entienden su postura frente a la vida y la historia del hombre. Es difícil entender su posición radical hacia la verdad, Dios, la historia, el tiempo y el hombre. Lo que podemos llamar el contrario absoluto, frente a las normas y parámetros establecidos, es el pensamiento iconoclasta de Ciorán. Pero en la investigación se descubrió que este tipo de pensamiento, con disposiciones escépticas, muestra una ventaja frente a otras posturas filosóficas, y es que es confiable. Esto no nos permite decepcionarnos frente a su pensamiento ya que al abordarlo, de lo único de lo que se puede decepcionar es de uno mismo. Ciorán tiene una forma particular de expresar sus ideas, sus radicales puntos de vista, su humor y su valentía, animaron aún más a investigar y hundirnos en su “sistema” desvergonzado. No damos a entender que sea provechoso adentrarnos en un mundo oscuro, nihilista y de tinte suicida, es más la necesidad de entender de una forma menos simplista el pensamiento de Emile Ciorán. Pues lejos de un incitador del suicidio, de un desdichado, de un detractor político y social, Ciorán es un amigo de la verdad y de la sinceridad. Es gracias a ésta que nos sumergimos en su pensamiento para darle una oportunidad.
El tema central que nos reúne en torno a su pensamiento es el tema de la vida humana bajo tres parámetros: La caída, la historia y el escepticismo frente a las utopías humanas. Debido a esto es menester aclarar que dicho tema tiene un tratamiento especial en la postura de Ciorán. La vida en general es, de por sí, un tema muy personal, muy “sagrado” para la sociedad que vive bajo dogmas. Es un tema difícil de abordar, pero que posibilita una sensación de honestidad y alivio debido a que aquellos, interesados en Ciorán, descubrimos un cierto modo de solventar el estar aquí. Lo que llama la atención, en su pensamiento, es la insoportable necesidad de denunciar los absurdos de toda empresa humana. De toda acción e ilusión del hombre frente a la vida. Esto conlleva a plantear el tema central del pensamiento que en este trabajo se desea mostrar. Pero dicho tema estaba reducido a una maniobra difícil. Si lo que le preocupa a Ciorán es la irremediable carga de la existencia, había que esforzarnos por descubrir cuál es su postura verdadera frente a la vida, esto es, preguntarnos ¿Cómo se presenta el tema de la vida humana3 en Emile Ciorán? La respuesta puede ser a simple vista obvia pero en este trabajo se descubre que no es tal. A pesar de que Ciorán es un pensador que rechaza la vida, que anunció su suicidio a los veinte años, que crítico la empresa humana hasta la desfachatez, su filosofía brinda la posibilidad de alcanzar la libertad individual mediante el esfuerzo y el rechazo. Y para poder responder a la pregunta mencionada fue menester descubrir lo que para Ciorán era el hombre, la historia, la caída, su postura escéptica y el tema del suicidio y la vida como un sin sentido4. Como también adentrarnos a preguntas como ¿Existe una metafísica en el pensamiento de Emile Ciorán? ¿Qué distancia hay entre Emile Ciorán y la religión? ¿Cómo afronta su vida personal frente a la desdicha de existir? Dichas preguntas marcaron un derrotero.
De esta manera, entender a Ciorán fue una empresa de lectura y repaso. De entender a un hombre que renegaba hasta de la más convincente idea de salvación, de redención corporal, de dicha, de ciencia, de progreso. El marchito ánimo del pensador fue socavante frente a una mirada que pretendía comprenderlo lejos de los prejuicios académicos. Sus libros nos mostraron una mirada casi cierta de lo humano y su realización en la historia, estos nos guiaron en devenir causal y fue con su libro La caída en el tiempo de 1964 que nuestro propósito fue encendido. Pues en este libro Ciorán muestra tres condiciones para desentenderse de las creencias humanas: La caída, la historia y la irremediable lucha por sobrevivir. Fue en esta lectura dónde descubrimos que son la utopía y la idea de progreso las más perversas para con el hombre. Su visón está marcada por el hastío al más allá, al recurso de la salvación y del porvenir. Su concepción de hombre es pesimista pero no nihilista. Él hace todo esto desde el rincón de su conciencia carcomida por la bondad, su ánimo se exalta de vez en cuando para hacernos ver que vivimos en un error, y en medio de gritos, decepciones, llanto y rabia, intenta consolarse maldiciendo a la vida, a la historia y al tiempo.
En cuanto a su relación con la filosofía, ésta siempre fue caótica. Sus primeras lecturas sobre Bergson, Nietzsche, Klages, Simmel, Kant lo adentraban en un mundo que le era desconocido y lejano. Nunca comulgó con el lenguaje filosófico, ni con el sistema, ni con el idealismo que promulgaba una razón que controlaba todo bajo el peso de su forma. Desconfió de la filosofía cuando no descubrió en ningún pensador un tinte realista de humanidad. Disimuló su gusto por Pascal, Kierkegaard, Heidegger. Pero sufrió más por las posturas orientales de la renuncia y la quietud. ¿Qué se puede decir de un hombre que lo arruinó todo? Desde su adolescencia padeció el insomnio, renegaba de la vida y sus nocturnas meditaciones en las cuales calumniaba todo. Bajo este panorama es que nos centramos. Bajo la mirada turbia de un pensador que nunca dejó de asombrase por el sinsentido de todo. Al adentrarnos al concepto de la vida humana, la investigación se deslizó por la postura escéptica, tomando esta postura nos adentramos a la cercanía del hombre de carne y hueso y con ello abarcamos el campo de lo fáctico y la cotidianidad.
Emile Ciorán es un pensador provocador, invita a sentirnos incómodos con nosotros mismos, nos da qué pensar, nos muestra formas exclusivas del tedio, del dolor, nos introduce en la angustia y además nos quita la garantía de reconciliación con lo aparente, con lo que nos rodea y lo que mentamos como verdadero. Este tipo de postura es especialmente caótica y desmitificante9 por lo tanto, descalificadora: “Des-hacer, des-crear, es la única tarea que el hombre puede asignarse si aspira, como todo lo indica, a distinguirse del creador” (Ciorán, 1995, 11).Consecuencias de ello son las reacciones académicas que ven en el pensamiento de Ciorán un peligro para lo establecido, además de dogmáticas y ciegas, ignoran otras formas de vislumbrar el mundo, que no encuentran un “sentido” a lo plateado por un pensador que es todo menos ortodoxo. Pero en garantía al propósito que se busca, la historia de la filosofía nos enseña que por muy disperso y heterodoxo que se muestre un pensador, siempre termina por enlistarse en las filas de lo que el canon determina como filosófico. Además, como filosofía no es sólo construcción y solución, sino destrucción y desmitificación, el pensamiento de Emile Ciorán es filosófico. Sin embargo, la idea de filosofía varía, y cabe pensar que se siga condenando a un pensador al exilio, pero aun así esto no debería importarnos ya que la marca filosofía no es más que una etiqueta para designar algo ortodoxo y en últimas canónico. Ciorán al tener presente la (des)dicha de profundizar en la existencia, con una insoportable lucidez y radicalidad portentosa, logró salir de los márgenes de lo comúnmente aceptado, no comenzó a buscar ni a dar respuestas, hizo lo que un desesperado de la existencia hace en momentos de crisis, trastocó los límites de lo posible, trasmutó de respuesta a preguntas y tomó el camino del escepticismo que por excelencia concordaba con su estilo: “El escepticismo es sinónimo de lucidez, la cual hace al hombre “libre en un desierto”. Para Ciorán, su escepticismo es algo innato, natural; se nace escéptico. En él, el escepticismo era una fisiología, un estado” (Pachón, 2010, 134).
Con ello, la palabra pensamiento tomó un nuevo aire, y no es que antes no se haya producido un golpe de suerte igual, sólo que no fue tan visible. Emile Ciorán se empeñó en despertar de un sueño dogmático, descreer fantasías, renunciar a su felicidad por la verdad; esa que no alivia, que no cura, sino que desgarra y asfixia. Es este tipo de genialidad perversa la que hace de Emile Ciorán un pensador de las entrañas, uno que golpea con cada palabra, pues en este caso, la filosofía se producía para despertar, para radicalizar las ilusiones flojas que le permitían al hombre seguir soñando y segur siendo feliz en un mundo disfrazado. Así, no se trata tanto de ilustrar sino de desmentir, de involucrarse en la pesadez de la existencia, vivir, suspiro por suspiro, el amargo trago de la vida. Emile Ciorán se dedicó a buscar, en medio de este caos vivencial, una salida; la libertad individual, una para sí mismo, una personal. Toda su obra, todo su pensamiento, no es más que la búsqueda de esa libertad, su libertad arrebatada en el momento mismo en que nació:
Nos repugna en verdad considerar el nacimiento como una calamidad: ¿Acaso no nos han inculcado que se trata de un supremo bien y que lo peor se sitúa al final, y no al principio, de nuestra carrera? Sin embargo, el mal, el verdadero mal, está detrás, y no delante de nosotros. Lo que a Cristo se le escapó, Buda lo ha comprendido “si tres cosas no existieran en el mundo….” Y antes de la vejez y que la muerte, sitúa el nacimiento fuente de todas las desgracias y de todos los desastres (Ciorán, 1995, 10).
Esto es importante, ya que en la generalidad del medio académico, se tiene la idea de que Emile Ciorán es un pensador nihilista, pesimista, incitador del suicidio y un profético de la muerte, pero no hay nada más falso y calumniador, contra su pensamiento, que esta manera verlo. Aquí, una de las cosas que se pretenderá lograr es ver otra cara de su pensamiento, en últimas, una solución a este caos interpretativo. Pero frente a este panorama ¿Queda aún una esperanza o una especie de ilusión para seguir adelante? Se fue aprendiendo que la libertad, antes mencionada, era un proceso lento, un cortejo hacia una única meta: la inanidad. De tan deplorable panorama se fue reprochando el malestar que su pensamiento producía, pero al mismo tiempo inspiraba fascinación. Dicho sentimiento permitió seguir en la búsqueda de la meta trazada. Y paso a paso fuimos consiguiéndolo. Pues la obra de Ciorán encierra innumerables caminos y esto permite abordarlo de un amanera más rica y profunda. Y como un viaje largo, la partida siempre será la más ardua labor y únicamente quien logra llegar a salvo comprende el sacrificio de la partida. De esta forma, a través de la lectura de Emile Ciorán, nos encontramos fascinados por su postura frente a la vida humana. Nos enseñó que es más difícil renunciar que persistir y en su mundo de calumnias encontramos auxilio para quienes no gozamos de una bendición divina.
Vida humana y utopía son dos formas de mostrar que el pensamiento de Emile Ciorán está marcado por asuntos, que aunque no sean tratados metódicamente debido a la forma como escribe Ciorán, sí mantienen una recurrencia en su pensamiento. Ambos representan idas que el autor no se cansa de denunciar y desmentir. Apoyado en su experiencia personal y en su bagaje intelectual, muestra que el hombre es un ser propenso a las mentiras y a las creencias populares, debido a una inseguridad que lo acompaña desde el inicio de la historia. Inseguridad que lleva al hombre a equivocarse recurrentemente y a posicionar su vida como un frágil hilo entre la vida y la muerte. Al ser el hombre un error neonatal13 lleva consigo éste a la historia; que es el desenvolvimiento humano de su experiencia trágica de la caída. Con la historia también se da inicio a las utopías como posibilidades humanas para sobrellevar la vida. Así, el hombre se obliga a llevar por una parte un error al ser un sujeto arrojado a la historia y por otra una mentira al verse expuesto en ésta. Con ello, Vida humana y utopía son los límites en los que el hombre sobrevive, límites que son impuestos por la sociedad y él mismo, ya que cuando hablamos de utopía no sólo nos referimos a una histórica sino también a una religiosa.
En Ciorán encontramos que toda empresa humana, toda disposición a actuar, está manchada de error y se encamina a una ilusión, que si bien le permiten vivir, lo determinan como un ser metafísicamente enfermo. Esta forma de sobrellevar la vida humana es dada también por dos impulsos que yacen en el hombre y que lo arrastran a un devenir errante: el deseo y la voluntad. El deseo es explicado ya desde la unidad primaria, y describe la voluntad del hombre a dejarse llevar en un devenir que no tiene límite. La voluntad acompaña al deseo como un ansia interior que carcome al hombre y le dibuja un único horizonte, el devenir.
La vida humana queda de esta forma marcada por un acontecimiento terrible como lo es el nacimiento y envuelta en la historia busca, a partir del deseo y la voluntad, conseguir el sentido y la tranquilidad de este mundo en otro posible. Lo que queda de esto, según Ciorán, es una cadena de mentiras e ilusiones que él no quiso aceptar. Está bien que los demás no se percaten de las ilusiones y que por ello puedan seguir “prosperando”, pero la desilusión ante la mentira es más grande que el hecho de aceptar lo imposible. Ciorán buscará para sí mismo algo que le permita seguir viviendo reconociendo este panorama lamentable.
Así, motivados por este panorama, podemos observar que para poder describir el concepto de La vida humana desde Emile Ciorán, es menester prestar atención a la articulación en su pensamiento, ir de la generalidad, como es el caso de la caída, a la singularidad, como lo es la verdad circundante de la realidad interior. Esto es, a la conmoción de saberse como un pedazo desintegrado de la totalidad, y aún más, con la imposibilidad de volver a ese principio de unidad.
Para poder desarrollar una explicación y fundamentación al tema de la vida humana es necesario entender en un principio lo que significa la Caída. Este tema será el principio de la investigación. Con la caída también es posible comprender el concepto de hombre que circunda en el pensamiento de Ciorán. Así, con la caída y el concepto de hombre, se puede entender un poco, la concepción pesimista de Ciorán y su rechazo a medios fuera del alcance de lo humano para remediar lo que en un principio era perfecto. Con la caída y la concepción de hombre, nos situamos en el mundo. Esto implica que se debe explicar el tema de la historia y de la utopía. En esta parte se describirán los padecimientos a los que se ve sujeto el hombre después de la caída y cómo procura remediar este hecho con consolaciones ficticias e ilusiones fracasadas.
Finalmente observaremos, a partir de la caída y la historia, el amargo sentido de la existencia. Aquí observaremos cómo logra Ciorán articular ambos sentidos, caída e historia, en su pensamiento escéptico. Es aquí también donde nos propondremos avanzar en una lectura distinta a la manera como es naturalmente concebido el pensamiento del pensador Rumano/francés. La propuesta que pretenderá mostrar su pensamiento como una lucha constante por la libertad individual frente a la existencia.
Dicho sea de paso, la estructura quedará así:
- En primer lugar explicar el concepto de la caída y el hombre.
- Segundo explicar el tema de la historia.
- Tercero exponer la visón escéptica de Ciorán sobre la vida.
La necesidad que se tiene de reflexionar, por “caminar” en senderos incómodos, encontramos en Emile Ciorán el remedio de saber que “no” hay cura al mal de la existencia. Ya que no hay forma sustentable de encontrar una solución. La verdad, si se encuentra, será una especie de no-verdad, o una verdad incompleta. Pues la verdad en Emile Ciorán conspira contra la verdad misma, con el único fin de encontrar la libertad individual. Acompañado de esta búsqueda se encuentra el escepticismo frente a toda empresa humana, un aliciente en el camino, el modelo que ayuda a desenmascarar prestigiosas verdades y al mismo tiempo a soportar lo insoportable, la verdad sobre la verdad.