La Gaceta, domingo 15 de Mayo de 2011
Sin el menor ánimo de polemizar, y apenas a simple título informativo, me permití aludir a una remembranza de Abel Posse sobre “El nada centenario Cioran”, publicada en el suplemento cultural del diario argentino “La Gaceta” (de Tucumán) el pasado domingo 24 de abril.
Al referirse allí a “tantos otros exilados europeos: Ionesco, Mircea Eliade, Paul Celan”, que compartieron su asilo en París con el singular y nada complaciente escritor rumano Emil Cioran, el autor los define como “Hombres de extraordinario refinamiento cultural que vivieron al margen del incendio.” (El subrayado es mío.) Acaso por un lapsus comprensible, incluye entre ellos al citado Celan, a quien sin duda le cabe la primera parte de esa frase, pero muy difícilmente la segunda.
Paul Celan es sin duda uno de los grandes poetas de la época, pero además inviste –en vida y obra– sus inmensas tragedias. Nacido como Paul Antschel en Cernowitz, en la Bukovina, el 23 de noviembre de 1920, no sólo le tocó asistir a la anexión de esa zona por los soviéticos, sino también a la posterior invasión nazi junto con sus aliados rumanos.
Como judío, Paul Celan fue enviado al ghetto, del cual logró fugarse para ser internado en el campo de trabajo de Tabariste. Sus padres y parientes cercanos fueron devorados por el infernal abismo de Auschwitz. Muchos pensamos que resultó la comprensible imposibilidad de admitir finalmente todo eso, la que terminó provocando su suicidio, arrojándose a las aguas del Sena, en mayo de 1970.
Pero, al mismo tiempo, ya le había tocado contradecir aquella célebre aseveración de Theodor Adorno, en el sentido de que “es cosa bárbara intentar escribir poesía después de Auschwitz”. Su entrañable y desgarrador poema “Fuga en muerte” (Todesfuge), quedará para siempre como una evidencia candente de aquellos años de fuego, de sangre y de hierro… [+]