“La inmanencia de la muerte en la vida”: un enfoque tanatológico sobre Cioran con Javier Jaimes Cienfuegos (UAEMex)

Javier Jaimes Cienfuegos cuenta con el primer año de estancia posdoctoral financiada por el CONACYT, es Doctor en Humanidades: Filosofía Contemporánea, Maestro en terapia cognitivo-conductual y Maestro en Humanidades: Filosofía Contemporánea. Licenciado en Neuropsicología y Licenciado en Filosofía. Esp. Tanatología y manejo en duelo. Esp. en psicoanálisis. Certificado para el tratamiento bipolar y suicidólogo avalado por la Asociación de Suicidología Mexicana. Autor de Las formas de enajenación en Herbert Marcuse y de artículos nacionales e internacionales. Ponente nacional e internacional. Representante del comité de cuidados paliativos del Estado de México. Presidente del Comité de Bioética de UAEMex. El profesor Javier Jaime Cienfuegos participó en el Coloquio Internacional Liliana Herrera en torno a Cioran, en octubre 2021, con una ponencia sobre el mismo tema de esta conversación: la muerte en Cioran (un enfoque desde la tanatología).


“Nadie prepara ya su muerte, nadie la cultiva, de ahí que se escabulla en el mismo momento en que nos arrebata. Los antiguos sabían morir. Elevarse por encima de la muerte fue el ideal constante de su sabiduría. Para nosotros, la muerte es una sorpresa horrible. La Edad Media conoció el sentimiento de la muerte con una intensidad única. Pero supo, con un arte especial, incorporarlo al tejido íntimo del ser. Nadie intentaba hacer trampas con ella. Lo que nosotros, por nuestra parte, quisiéramos es morir sin el hecho de la muerte.” – CIORAN, Lágrimas y de santos (1937)

Rodrigo Menezes – Estimado profesor Javier, desde su participación en el Coloquio Internacional Liliana Herrera en torno a Cioran, en octubre de 2021, yo quería hacer una entrevista escrita para saber más sobre el tema de su ponencia: “La muerte en Cioran: un enfoque desde la tanatología”. Pero, antes de adentrarse nuestro tema, me gustaría saber: ¿cuándo y cuál fue su primera lectura de Cioran? ¿Cómo le impactó y cuáles aspectos le llamaron la atención inicialmente? ¿Su comprehensión de Cioran es la misma hoy de la que tuvo en su primera lectura?

Javier Jaimes Cienfuegos – Apreciable profesor Rodrigo, agradezco la invitación y la oportunidad de colaborar en esta entrevista. Inicié leyendo a Cioran en una asignatura  de la licenciatura en filosofía (pensadores contemporáneos) que estudié en la Universidad Autónoma del Estado de México (2008-2013). Cursaba el sexto semestre de la licenciatura, a la edad de 20 años.  El primer texto con el que tuve contacto fue  En las cimas de la desesperación, a petición de uno de los maestros que impartía el curso, nos centramos en algunos extractos de la obra.

Ya el título de la obra nos hace reflexionar sobre un sentimiento tan recurrente en los humanos poco tolerable y que una vez presente nos conduce muchas veces a un estado melancólico.  “…El insomnio es una lucidez vertiginosa que convertiría el paraíso en un lugar de tortura… De no haberlo escrito, hubiera, sin duda, puesto un término a mis noches” (En las cimas de la desesperación). En el momento en que leí, identifiqué algunos sentimientos personales con las expresiones del autor, sus aseveraciones sobre el estado mental, la angustia y el sufrimiento, todo eso me recapitulaban a mis  noches de insomnio en donde un buen libro es una excelente “terapia” para no caer en un estado de crisis. La lectura de ese primer texto reafirmó mi vocación por el estudio filosófico y confirmó la necesidad de seguir profundizando en el estudio de la mente, motivo por el cual más adelante me aventuré a estudiar una segunda licenciatura en neuropsicología, a fin de comprender  los trastornos del estado de ánimo, del sueño y la implicación que tienen en nuestra manera de pensar.

Al transcurrir los años ha mejorado la comprensión del autor, el realizar estudios de posgrado y adentrarme en otras ciencias, me permitió realizar una lectura reflexiva, ahondar en otros autores que han escrito sobre Cioran o en los que su pensamiento impactó. Actualmente disfruto de la lectura de Ventana hacia la nada, texto que adquirí hace unas semanas. Al leer: “Conocer su cerebro, en eso se agota el drama fisiológico del hombre”, fue nuevamente un golpe del autor a mi persona, años estudiando la función cerebral y las emociones, ese aforismo  me condujo  a las interrogantes: ¿Hay algún sentido en conocer las estructuras cerebrales para la modificación conductual?   ¿El hombre está condenado al sufrimiento?.

R. M. – Usted publicó un libro sobre las formas de enajenación en Herbert Marcuse. ¿Además de Marcuse y Cioran, cuáles otros autores constituyen su repertorio teórico-hermenéutico? ¿De qué manera Cioran se relaciona o puede relacionarse a ellos?

J. J. C. – Es un libro que escribí hace unos años. El texto analiza el concepto de hombre en la obra de Herbert Marcuse y el establecimiento de las nuevas formas de sublimación estructuradas en la sociedad tecnocientífica que trajo consigo sujetos sin oposición y sin crítica. Durante mucho tiempo de mi formación filosófica desperté un gran interés por la teoría crítica propuesta por la escuela de Frankfurt, la que revaloriza el papel intelectual creado por las instancias capitalistas. Los principales integrantes de la escuela de Frankfurt (Horkheimer, Adorno, Marcuse y Fromm) coinciden en señalar la necesidad de crear un pensamiento revolucionario independiente, capaz de considerar la naturaleza y eficacia de los movimientos sociales para la emancipación de la razón de lo llamado técnico. En tanto el sistema existente pretende satisfacer las necesidades impuestas por el mismo, le otorga al hombre la capacidad de comprender el mundo a partir de las disciplinas creadas por la razón técnica y las facultades de ser autónomo dentro de una libertad regulada bajo los mismos principios.

Los otros autores que han influido en mi persona: (1) La lectura de Karl Marx en la adolescencia y los movimientos políticos originados a partir de la propuesta marxista y su teoría económica, incluso mi tesis de licenciatura en filosofía es un estudio de El capital; (2) Freud, cuya obra me llevó a formarme en psicoanálisis y tener mis primeras intervenciones clínicas; (3) Los mayores exponentes de la escuela de Frankfurt (Horkheimer, Adorno, Marcuse y Fromm) y sus estudios de la razón, conciencia y la personalidad a partir de su influencia social-económica; (4) Elizabeth Kubler-Ross y William Worden, tanatólogos que influyeron en mi  formación relacionada a la salud mental y me impulsaron a especializarme en tanatología para el tratamiento del duelo en enfermos crónico degenerativos o terminales; (5) Phillipe Brenot y su obra El genio y la locura; es un estudio desde el enfoque psiquiátrico en diversos personajes que han trascendido en la ciencia, la música, el arte y la filosofía. Esta obra causó tal impacto  que decidí estudiar neuropsicología con la finalidad de comprender el cerebro humano, las reacciones neuroquímicas, la psicopatología y su relación con el pensamiento humano.

Es una pregunta muy interesante la relación de Cioran con estos autores. El pensador rumano escribe: “El único mérito de los filósofos es haberse ruborizado, de vez en cuando, por ser hombres. Platón y Nietzsche son una excepción: su vergüenza no cesó jamás. El primero intentó arrancarnos del mundo, el segundo hacernos salir de nosotros mismos. Ambos podrían dar una lección a los santos. El honor de la filosofía queda así salvado”.  (Lágrimas y santos)

 Se trata de una sentencia que, para el sentido común, el cual –se supone– comparte la mayoría de los individuos de todos los tiempos, resulta sin mucho atractivo; pero, para aquellos que pertenecen a (o cuando menos pretenden formarse dentro de) la reflexión filosófica, ha sido el inicio de bastas empresas orientadas a esclarecer y dar respuesta a las inquietudes y problemáticas que atañen, ya sea de forma directa o indirecta, al hombre. Aristóteles afirma: “Todos los hombres por naturaleza desean saber”. Esta conocida frase de la antigüedad es mencionada, escuchada y recordada hasta nuestros días como una máxima de la inclinación humana por satisfacer su curiosidad respecto a la razón y función de todo lo que le rodea. 

La relación de Cioran con los autores anteriores y el principal aporte a mis pensamientos es: vencer los determinismos.                                              

R. M. – Usted es el presidente del Comité de Bioética de la UAEMex, terapeuta cognitivo-conductual, con formación en neuropsicología, filosofía, psicoanálisis y tanatología. En su ponencia sobre la cuestión de la muerte en Cioran, en el Coloquio Liliana Herrera, usted propone un enfoque tanatológico al pensamiento del autor rumano. ¿De qué manera Cioran, reputado “nihilista del siglo (XX), the king of pessimists”, según su biógrafo Gabriel Liiceanu,[1] ¿Puede contribuir teórica y prácticamente al delicado trabajo de asistir pacientes terminales, ofreciéndoles un consuelo paliativo frente a la certidumbre de la muerte?

J. J. C. –  En su primer libro, En las cimas de la desesperación, Cioran afirma: “Pues todo lo que es capital tiene algo que ver con la muerte”. El afán de conocer la muerte como proceso biológico, mental y espiritual (holístico), se genera por la propia naturaleza humana; tiene como meta almacenar datos y conocimientos que garantizarían el bienestar del hombre. Pretendemos investigar para profundizar en el conocimiento dado que, de ese modo, entendemos el porqué de las cosas que forman parte de nuestra vida y la muerte. Lo desconocido aterra; lo conocido tranquiliza. Por tales motivos, a lo largo de la historia, el hombre no ha hecho otra cosa que tratar de comprender su mundo, al principio a través de sus sentidos y, posteriormente, tratando de racionalizar lo que ocurre en su entorno, buscando responder a cuestiones tales como su propio origen, pero también el origen del mundo y del Universo, así como su finalidad. Citando nuevamente En las cimas de la desesperación: “Quien pretende tener una idea precisa sobre la muerte prueba que carece de una sensibilidad profunda a ella, a pesar de que la lleve en sí mismo. Porque todo ser humano lleva en su interior no solo su propia vida, sino asimismo su propia muerte”. La paradoja anterior nos invita a reflexionar el proceso de la vida y la muerte como algo simultáneo, existente en cada uno de nosotros y una manera de aceptar el proceso.               

R. M. – En suprimer libro, En las cimas de la desesperación (1934), publicado en Rumania cuando Cioran tenía 23 años, se lee: “Escrito el 8 de abril de 1933, el día en que cumplo veintidós años. Experimento una extraña sensación al pensar que soy, a mi edad, un especialista de la muerte.” ¿No es una gran paradojaqueun autor como Cioran, que vivió con la obsesión de la inutilidad, resulte útil para fines tanatológicos – como un compañero de viaje hacia una buena muerte? Una causa muy noble, hay que reconocerlo. ¿Y no es aún más paradójico que Cioran, autoproclamado “especialista de la muerte” para quien la vida era un “estado de no suicidio”, resulte para muchos una lectura consoladora y hasta mismo salvífica, una “razón” de perseverar en la vida, sobre todo en los momentos más difíciles, de profunda crisis?

J. J. C. – Formar a los futuros tanatólogos con textos filosóficos permite ampliar el criterio de los profesionales de salud, reflexionando en torno a la existencia, el sentido y la aceptación de la muerte. Incluso el “nihilista del siglo (XX)”, “the king of pessimists”  hace una propuesta sobre el sentimiento de muerte y la agonía: “Fundamentalmente, agonizar significa ser martirizado en la frontera entre la vida y la muerte. Siendo la muerte inmanente a la vida, esta última se convierte, casi en su totalidad, en una agonía. Por lo que a mí respecta, solo llamo instantes de agonía a las fases más dramáticas de esa lucha entre la vida y la muerte…” (En las cimas de la desesperación).

La tanatología es una ciencia interdisciplinaria y uno de sus objetivos es estudiar la muerte desde los distintos enfoques: científico, filosófico, religioso, psicológico al igual que en el acompañamiento del proceso de duelo.

Te comparto la experiencia de Ramón Sampedro el primer ciudadano español que solicitó la eutanasia y el suicidio asistido en España. Le fue denegado en diversas ocasiones y decidió poner fin a su vida tras ingerir cianuro potásico. Él escribió Cartas desde el infierno tras quedar tetraplejico en un accidente a los 25 años de edad.

“El día 23 de agosto de 1968 me fracturé el cuello al zambullirme en una playa y tocar con la cabeza en la arena del fondo. Desde ese día soy una cabeza viva y un cuerpo muerto. Se podría decir que soy el espíritu parlante de un muerto. Si hubiese sido un animal, habría recibido un trato acorde con los sentimientos humanos más nobles. Me habrían rematado por que les habría parecido inhumano dejarme en ese estado para el resto de la vida ¡A veces es mala suerte ser un mono degenerado! Dicen los técnicos de la medicina y se lo confirman políticos, jueces, juristas y demás castas asociadas para formar el inhumano estado de derecho y bienestar- sería más coherente llamarle del revés y malestar-, que un tetrapléjico es un enfermo crónico. Si se utilizase el lenguaje con precisión, sería menos engañoso afirmar que un tetrapléjico es un muerto crónico. ¡No me gusta hacer el papel de muerto crónico en esta comedia del vivir para sobrevivir en función de la picaresca del lenguaje técnico! Considero que un tetrapléjico es un muerto crónico que tiene su resistencia en el infierno. Allí-con el fin de evitar la locura- hay quien se entretiene pintando, rezando, leyendo, respirando o haciendo algo por los demás. ¡Hay gustos para todo! Yo me he dedicado a escribir cartas. Cartas desde el infierno.”

La obra de Cioran no la recomendaría directamente en la consulta del paciente en etapa terminal, o con alguna enfermedad limitante. Su obra estaría más bien enfocada a la formación de los servidores de salud (tanatólogos) que tienen la intención de  proporcionar un servicio clínico y puedan cuestionarse de manera amplia los límites de la vida y la muerte; conceptos como eutanasía o suicidio asistido  así como  la finalidad, el sentido de orientar al paciente en el proceso tanatológico.

R. M. – Comentando la relación entre su obra y su vida, en una entrevista, Cioran afirma:

“Cuando yo era joven, pensaba en la muerte en todo momento. Era una obsesión, incluso cuando comía. Toda mi vida estaba bajo el imperio de la muerte. Ese pensamiento nunca me ha abandonado, pero con el tiempo se ha debilitado. Sigue siendo una obsesión, pero ya no es un pensamiento. Le doy un ejemplo: hace unos meses, conocí a una señora y hablamos de un conocido común, alguien a quien yo no había visto desde hacía mucho tiempo. Ella decía que valía más que no volviese a verlo, pues era muy desgraciado. No dejaba de pensar en la muerte. Yo le respondí: «¿En qué otra cosa quiere usted que piense?». A fin de cuentas, no hay otro tema. Desde luego, es mucho mejor no pensar en ella, pero nada hay de anormal en hacerlo. No hay otro problema. Precisamente porque yo he estado a la vez liberado y paralizado por ese pensamiento de la muerte, no he hecho nada en mi vida. Cuando se piensa en la muerte no se puede tener una profesión. Sólo se puede vivir como he vivido yo, al margen de todo, como un parásito. La sensación que siempre he tenido ha sido la de inutilidad, de falta de objeto. Podemos decir que es enfermizo, pero lo es sólo en sus efectos, no desde un punto de vista filosófico. Filosóficamente, es de lo más normal que todo nos parezca inútil.”[2]

¿Usted está de acuerdo con Cioran en que es normal estar obsesionado por la muerte, si es verdad que “la muerte plantea un problema que sustituye a todos los demás, y que nada es “más funesto para la filosofía, para esa ingenua creencia en la jerarquía de las perplejidades”[3]? ¿Esto no puede confundirse con un síntoma de la depresión? Sin embargo, uno de los secretos del alto índice de felicidad en Bután, de acuerdo con un monje budista de aquel país, es pensar en la muerte unas cinco veces al día…

J. J. C. – Adentrarse en la reflexión sobre la muerte conlleva al análisis de por qué la vida debe de ser vivida. Desde mi perspectiva, el pensar en la muerte se manifiesta por tres vías fundamentalmente: símbolo, narración y contemplación. La muerte como símbolo se encuentra integrada por cada una de las imágenes que representan una forma de vida, una conducta determinada o hace alusión a una fuerza divina particular (muerte), a través de figuras metafóricas creadas para darle un sentido a su existencia. En la narración, la palabra comunica el contenido particular y universal de lo que hemos interpretado de la muerte, desde el concepto biológico (el “cese irreversible de las funciones vitales”) hasta la interpretación psicológica del duelo, la perdida y la espiritualidad con la trascendencia del “alma”. La conmtemplación se interioriza en el  hombre a partir del estado de conciencia de la muerte del otro y la angustia causada por el fin de nuestra propia existencia con cuerdo con el autor en la mnecesidad de pensar en la muerte como una de las premisas filosóficas.

Respondiendo si pensar en la muerte es un rasgo depresivo: categorías como lo bueno, lo sano, y lo normal no son más que formas de subjetivación o, lo que es lo mismo, las formas en las que los individuos se clasifican en una situación dada. Y como se ha visto, esta clasificación no es, digamos, una clasificación natural, sino artificial, propiciada por la forma en la que se estudian enfermedades, comportamientos y expresiones que no entran dentro de un canon establecido. A partir de una anomalía (las condiciones de posibilidad de emergencia de un discurso) se define lo normal o lo patológico. El diagnóstico de depresión mayor  se debe acompañar de otros criterios, el pensar en la muerte constantemente de acuerdo al tipo de pensamiento podría relacionarse a un trastorno de ansiedad generalizada o ideación suicida, sin embargo es necesario hacer una entrevista clínica amplia y psicometría basada en evidencias para realizar un diagnóstico.

R. M. – Trasobservar la actividad de la gente en las calles, absorbida en sus quehaceres cotidianos, Nietzsche se alegra de ver cómo como están “¡lejos de sentir-se cómo la cofradía de la muerte! ¡Me hace feliz ver que los hombres no quieren en modo alguno pensar el pensamiento de la muerte! Me gustaría emprender algo que les hiciese cien veces más digno de ser pensado el pensamiento de la vida.” (§ 278) Sin embargo, en el mismo libro, Nietzsche escribe:

“Guardémonos de decir que hay leyes en la naturaleza. Hay solo necesidades: no hay nadie que mande, nadie que obedezca, nadie que transgreda. Cuando sabéis que no hay fines sabéis también que no hay casualidad: pues solo en referencia a un mundo de fines tiene sentido la palabra «casualidad». Guardémonos de decir que la muerte se contrapone a la vida. El ser vivo es solo una especie del muerto, y una especie muy escasa.” (§ 109)

La muerte es una necesidad natural, el término necesario de todo lo que nace y vive. Pensador trágico, como Nietzsche, Cioran afirma la “inmanencia de la muerte en la vida” (tema recurrente en su primer libro, En las cimas de la desesperación): “La inmanencia de la muerte revela el triunfo definitivo de la nada sobre la vida, probando así que la muerte existe únicamente para actualizar progresivamente el camino hacia la nada.” Si Cioran tiene razón, acerca del triunfo definitivo de la nada sobre la vida, ¿lo que a Nietzsche le gustaría emprender, para hacer el pensamiento de la vidacien veces más digno de ser pensado”, no sería la obra de una suprema ilusión vital? Si él mismo reconoce que lo vivo no es sino una variedad de lo muerto (y una rara), ¿lo que alegra a Nietzsche, observando la actividad de la gente común, no sería su natural facultad de abstracción, olvido y escamoteo de la necesidad de la muerte? ¿Pensar en la vida, sin que esto signifique de alguna manera, y al mismo tiempo, pensar en la muerte, no presupone una separación mental artificiosa de los dos estados?[4] ¿Como abordaría usted esa cuestión desde su perspectiva clínica?

J. J. C. –  Muy interesante la pregunta. Abordar lo anterior desde una perspectiva clínica me remite a los conceptos de adolecer y sufrir en un marco de la enfermedad física o mental.

Cioran menciona: “Si las enfermedades tienen una misión filosófica, esta no puede consistir más que en mostrar lo frágil que es el sueño de una vida realizada. La enfermedad convierte la muerte en algo siempre presente; los sufrimientos nos unen a realidades metafísicas que una persona normal y con buena salud no comprenderá nunca.” (En la cimas de la desesperación, p. 48).

La experiencia subjetiva del dolor depende de lo que el enfermo desee y se le permita expresar. Anteriormente, el modelo biomédico consideraba el dolor bajo su forma somática, omitiendo aspectos psicológicos que le permitan a la persona comunicar su vivencia. En la nueva interpretación de la enfermedad bajo el parámetro biopsicosocial compete el estado físico, combinado con una serie de factores consecuentes al malestar como angustia, ira, frustración, sufrimiento, incomodidad y dudas de su existencia.

Se puede definir como un padecimiento físico alguna afección en el organismo. Puede ser severo, moderado o leve, dependiendo de varios factores. Afecta significativamente la calidad de vida del paciente, su conducta, su estado emocional, su condición física, y repercute también en las personas o familiares con quienes convive. De esta forma, no puede tratarse el dolor como un aspecto aislado de quien lo padece, ya que implícitamente involucra los factores físicos, sensoriales,emocionales, sociales, espirituales y psicológicos. Según la Organización Mundial de la Salud (1994), “el dolor es una desagradable experiencia sensorial y emocional que se asocia a una lesión actual o potencial de los tejidos. Quien lo padece siempre espera que sea curada o al menos aliviada”. Se sabe que el proceso de duelo depende de variables la estructura de la personalidad, mecanismos de adaptación y defensa, la historia previa del individuo, los apegos, la resiliencia al estrés y a la crisis serán factores primordiales con respecto a la vivencia del duelo. Por lo tanto el tanatólogo es un medio para aceptar la muerte y aprender a vivir con ello, limitando el dolor y sufrimiento innecesario.

R. M. – Aún sobre la “inmanencia de la muerte en la vida”, según Cioran, esa “impureza” esencial de lo viviente lo hace negar el Amor fati nietzscheano, afirmando en su lugar el “inconveniente de haber nacido”. Para Cioran, pensador shestoviano, lo que distingue un sabio, como Sócrates, de los demás, no es el privilegio inequívoco de una certidumbre, sino el “privilegio” (ambiguo, irónico) de una incertidumbre esencial, un no-saber (y saber que uno no lo sabe) opuesto a los fines pragmáticos de la vida humana: mientras los hombres comunes saben o creen saber a ciencia cierta lo que es la vida y lo que es la muerte, según Shestov, “viven los hombres más sabios en esta ignorancia enigmática” (Las revelaciones de la muerte).[5] En el último capítulo de La tentación de existir (un ensayo con el mismo título), Cioran afirma – alejándose de Nietzsche – que “el gran sí es el sí a la muerte. Puede uno proferirlo de varias maneras…” Lo cito un poco más:

Hay fantasmas diurnos que, presas de su ausencia, viven apartadamente, caminan con pasos ahogados a lo largo de las calles sin mirar a nadie. No hay inquietud alguna en sus rostros y en sus gestos. Como el mundo exterior ha dejado de existir para ellos, se pliegan a todas las soledades. Atentos a su distracción, a su desapego, pertenecen a un universo no declarado situado entre el recuerdo de lo inaudito y la inminencia de una certeza. Su sonrisa recuerda mil espantos vencidos, la gracia que triunfa sobre lo terrible; pasan a través de las cosas, atraviesan la materia. ¿Han alcanzado sus propios orígenes, o descubierto en ellos las fuentes de la claridad? Ninguna derrota, ninguna victoria les conmueve. Independientes del sol, se bastan a sí mismos. Están iluminados por la muerte.

Pese a su apariencia de nihilismo suicida, y admitiendo que la cuestión de la muerte en la vida exige el coraje de pensar la complejidad, más allá de las convenciones y del lenguaje mismo, ¿como interpretar y asimilar (para utilizar como herramienta, si posible), desde una perspectiva clínica tanatológica, ese pensamiento negativo de Cioran – que, como sostiene Gustavo Romero, es más que un vitalismo, un “mortalismo”[6]?

J. J. C. – La psicología, como ciencia se encamina al desarrollo ordenado de la psique (reflejada, a su vez, en la conducta), es la encargada de destruir los paradigmas en los que se vive, ya sea desde una perspectiva social o individual. Asimismo, es la encargada de someter la realidad a un análisis y comprobar si resulta funcional para las masas y para los individuos que las conforman; por lo tanto, es la encargada de crear conciencia y realidades diferentes apegadas a los marcos actuales sin que se transgredan. El cambio y la modificación que se buscan deben ser adaptados a las exigencias y deben estar a la par de los retos que actualmente enfrentamos como la sociedad y los individuos; por lo tanto, la labor va desde el cambio o modificación de aquellos precursores en la formación del yo hasta aquellas instituciones sociales que exigen el respeto a las normas de convivencia. Cualquier situación que no logre esto, se enfrentará a la aplicación de los modelos obsoletos y poco funcionales que han prevalecido y se han arraigado durante mucho tiempo.

En diferentes posturas del conocimiento (médica, filosófica o psicológica), la muerte se presenta como uno de los problemas que se intenta postergar, dar un sentido o trabajar el proceso de la pérdida. Desde los clásicos griegos, el “sentimiento de muerte” se hace presente. El Fedón (o del alma) es un retrato del filósofo ante la muerte. Platón aprovecha el diálogo de Sócrates con sus discípulos momentos antes de tomar la cicuta, para desplegar su demostración del alma. La filosofía presenta a sus ojos la manera más gloriosa de decidir el destino y aceptar la muerte.

Bajo la óptica freudiana, las sociedades mantienen un doble principio permanente: eros y tánatos, el psicoanálisis afirma que la pulsión de muerte se encuentra presente en nuestra estructura psíquica y es uno de los motores principales de nuestros deseos y miedos.  Ya Freud nos señalaba que el temor a la muerte en los pacientes era uno de los aspectos más difíciles de la medicina y que el médico no debía engañar al enfermo.

Para los médicos: “La vida de los médicos está llena de las angustias y emociones que rodean el tema de la muerte” (Álvarez L.F., La vida del médico. Barcelona: Ed. L.Caralt, 1949).       

Motivo por el cual surge la tanatología y una de sus mayores exponentes Kubler-Ross (7), en su libro “La muerte y los moribundos”, aborda la dignidad del moribundo y exige reconocerla como un acontecimiento esencial.  Desde diferentes campos de estudio aceptar la muerte es un aprendizaje a vivir, el deseo de morir sin embargo se orienta hacía los estudios relacionados con los trastornos mentales o afectivos. En este sentido los aportes del “pesimismo” nos hacen conscientes de lo inmanente de la muerte y lo necesario reflexionar en torno a la temática a fin de prescindir de un concepto patológico de lo que es natural.

R. M. – En su opinión, ¿por qué Cioran es un autor que merece ser leído?

J. J. C. – Él nos invita a reflexionar sobre la amargura, la carencia de sentido, el dolor y la muerte. Su pensamiento se asemeja a una “antifilosofía” basada en la “negación” de la vida. El autor presenta un  discurso  poco frecuente  de la existencia, el ser la historia y lo considerado humano, es una renuncia a cualquier tipo de sistema filosófico, cada aforismo es una huida de la “normalidad social” o la nueva tendencia de la felicidad absoluta y la sociedad paliativa de las “emociones negativas” .

En la actualidad existe una falsa premisa de estabilidad emocional es sinónimo de huida de aquellos preceptos que nos causan sufrimiento lo que en consecuencia produce una menor tolerancia a la frustración al no aceptar nociones básicas como la muerte, estoy convencido que leer un poco  al pensador rumano hacemos conscientes muchos sentimientos y eventos que son parte de la realidad de cada uno de nosotros, permitiendo una vida más resiliente y reflexiva.

R. M. – Estimado profesor Javier, le agradezco una vez más por esta rica conversación, sobre un tema tan delicado. Le doy la palabra para que concluya como le convenga.

J. J. C. – Una charla muy gratificante. El reflexionar sobre este autor nos lleva a la paradoja de los inconvenientes que surgen de una sociedad “satisfecha” a partir del consumo y del confort psicológico. Este hecho tiene una significativa relación con el sistema económico e ideológico, puesto que impide el desarrollo de los mismos mediante diferentes medios, particularmente, bajo las circunstancias de hege- monizar el pensamiento de las masas mismas que ayudan a mantener el estilo de vida superficial, poco tolerante a la frustración y constante  negación a la muerte.

Me gustaría cerrar con una frase del autor sobre el sentimiento de muerte de aquel que no lo tiene: “Los dos mueren; pero uno ignora su muerte, el otro la sabe; el uno no muere más que un instante, el otro no cesa de morir; […] inconciliables, sufren el mismo destino […]. El uno vive como si fuera eterno; el otro piensa continuamente en su eternidad y la niega en cada pensamiento.” (Breviario de podredumbre)


NOTAS:

[1] LIICEANU, Gabriel, Itinéraires d’une vie : E. M. Cioran. Paris : Michalon, 2007, p. 11.

[2] CIORAN, Conversación con Helga Perz, Conversaciones. Trad. de Carlos Manzano. Barcelona: Tusquets, 1996, p. 30.

[3] CIORAN, Silogismos de la amargura. Trad. de Rafael Panizo. Barcelona: Laia/Monte Avila Editores, 1986, p. 27.

[4] “‘Quién sabe – dice Eurípedes –, puede que la vida sea la muerte, y la muerte, la vida.’ […] En general, y casi siempre que se trata de la muerte, Sócrates repite a través de Platón las palabras de Eurípedes u otras que se les parecen. Nadie sabe si la vida no es la muerte y si la muerte no es la vida. Desde los tiempos más remotos, viven los hombres más sabios en esta ignorancia enigmática: sólo los hombres comunes saben a ciencia cierta lo que es la vida y lo que es la muerte.” SHESTOV, Lev, Las revelaciones de la muerte. Traductor n/d. Buenos Aires: Ediciones Sur, 1938, p. 9.

[5] “Sólo tiene convicciones quien no ha profundizado en nada”, escribe Cioran en Del inconveniente de haber nacido.

[6] ROMERO, Gustavo, “Cioran y el principio de negatividad: una ontología mortalista”. In: Coloquio Internacional Liliana Herrera en torno a Cioran, 8 de octubre de 2021. Disponible en: https://youtu.be/XlrLv6Pp4_o

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