Cioran en México, escrituras marginales y otros temas: entrevista a Sigifredo Esquivel Marín | UAZ 🇲🇽

De adolescente me estimulaba el pensamiento provocador de Cioran, sus invectivas contra todo y contra todos. Ahora me interesa mucho más el Cioran que está atento a la complejidad, ambigüedad y extrañeza de la vida humana, que cuestiona y crítica sin concesiones, pero sobre todo el autor que tiene piedad y compasión por haber asumido hastas sus raíces la miseria y finitud humanas. La obra de Cioran nos proporciona una poderosa radiografía del ser humano.

Sigifredo Esquivel Marín (UAZ-Mex)

Sigifredo Esquivel Marín (Pinos, Zacatecas, 1973) es instructor de Hata Yoga, ensayista y profesor-investigador en la Unidad Académica Psicología y Docencia Superior de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Autor de Pensar desde el cuerpo. Tres filósofos poetas: Spinoza, Nietzsche y Pessoa (Tijuana, CONACULTA-CECUT, 2006), Imágenes de la imaginación (México, FML-Tierra Adentro, 2006), Ensayar, crear, viajar. Sobre la tentativa como forma de arte (Ediciones de Medianoche, 2008), Escrituras profanas de textos sagrados (Zacatecas, Ediciones Passim, 2013) y Creación, crítica y subjetividad (Educar para resistir en el sistema-mundo global) (Oviedo, Ediciones I.M.D, 2015). Es coautor de Estancias Críticas. Trayectos desde Valarde, Reyes y Paz (Zacatecas, UAZ, 2017). Editor de Pensar con Lacan (Zacatecas, UAZ. 2017) y Salud Mental y Pobreza Extrema (una mirada contra la globalización) (Zacatecas, UAZ-Unidad Académica de Psicología, 2017). Ha participado en más de veinte libros colectivos y antologías en Brasil e Iberoamérica. Es miembro fundador de la Academia de Teoría y Filosofía de la Educación (ATYFE) y de la primera generación de becarios la Fundación para las Letras Mexicanas. Ganador de premios literários como el Premio Regional de Ensayo 2004 (Región Centro-Occidente), del Premio Nacional de Ensayo Abigael Bohórquez (2005), el Premio de Ensayo Universitario (Biblioteca del 175 aniversario de la UAZ, 2008), el Premio Nacional de Ensayo Político José Revueltas (2015) y el Premio Internacional de Ensayo Teatral 2016. Ha realizado estancias de investigación en la Universidad de Sevilla España (2014-2016), la Universidad de Campinas, Brasil (2018), y el CELAPEC – Centro Latinoamericano de Pensamiento Crítico (2017-2018). Es miembro fundador del Seminario de Pensamiento Crítico (Universidad Autónoma de Zacatecas y Universidad Autónoma de Guerrero, 2016-2019).


Sigifredo Esquivel Marín participó en el Coloquio Internacional Liliana Herrera en torno a Cioran (2021), con una ponencia titulada “Pensar y escribir al margen: Cioran, Caraco, Gómez Dávila (08/10/2021).

RODRIGO MENEZES: Estimado Sigifredo, esta conversación pretende ser una continuación de las ricas conversaciones que tuvimos en Sao Paulo, en los cafés o caminando por las calles de la ciudad. ¿Cómo fue su primer contacto con la obra de Cioran?

SIGIFREDO ESQUIVEL MARÍN: Mi primer encuentro con Cioran fue en la adolescencia, en la década de los noventa, siendo estudiante de la Facultud de Humanidades en la Universidad Autonóma de Zacatecas, daban clases curas y ex-curas, dominaba un pensamiento ligado a la teología y a la religión. Cioran representaba todo lo contrario de lo que mis maestros enseñaban, y por tanto su lectura era condenada, y por ende, resultaba tan estimulante, provocadora, desafiante e irritante. Aún es un autor que no puedo leer de corrido una obra entera, leo alguna parte y de pronto, me veo obligado a hacer una pausa, alguna idea o intuición me saca de quicio y me trastorna y transporta a otro tiempo-espacio reflexivo. Cioran es un autor para leerse despacio, sin prisa, siempre masticando sus ideas con cautela; nos recuerda el arte nietzscheano rumiante. Primero, leí Historia y utopia, y poco después, creo que alguna selección de aforismos en la revista Vuelta, en dicha revista en julio de 1995, me encontré una nota necrológica de Octavio Paz titulada “Cincelador de cenotafios”, donde el nobel mexicano cuenta cómo conoció a Cioran en 1947 en París en casa de un amigo en común y al instante tramaron una buena charla y amistad. Paz se sorprendió del dominio de la literatura española que tenía Cioran tanto como de su afirmación de que las modas existencialistas francesas ya habían sido anticipadas a inicios del siglo XX por Unamuno y Ortega quienes hablaban -dijo el rumano– desde el hombre de carne y hueso. Para Paz “la lucidez de Cioran cumplió una función primordial: limpiar nuestra mente de ilusiones funestas, crueles quimeras y telarañas intelectuales. Su pesimismo y su escepticismo nos hicieron más soportable la desdicha de haber nacido”[1]. En ese entonces tomaba las sugerencias y recomendaciones de Paz como guía de lectura, así que me adentré en su obra. La lectura de Cioran me afectó mucho, pues aún tengo cierta simpatía por el marxismo y el pensamiento de izquierda, resultaba un antídoto contra todos los utopismos y formas de entender la política instituida. Luego leí de manera dispersa y fragmentaria obras como Breviario de los vencidos, Ese maldito yo, En la cimas de la desesperación, Ejercicios de admiración, hasta que por fin he ido leyendo las obras completas de la hermosa y cuidada edición de Gallimard. Desde entonces soy un lector de Cioran, apasionado por su estilo y lucidez a contracorriente. Estoy lejos de ser especialista en Cioran o cualquier otro autor, mi interés por el pensamiento filósofico en general tiene un matiz literario y vital antes que intelectual. Me considero un aprendiz del saber humano y un ensayista que se acerca al pensamiento desde el arte y la literatura. Así que leo a Cioran en cercanía, sin dejar de ver diferencias, con Platón, Séneca, Nietzsche, Montaigne, Pascal, Pessoa, Camus, Zambrano, Borges, poetas orientales, entre otros. Mis lecturas son sesgadas, selectivas, subjetivas, busco tender puentes con obras y autores desde intereses propios.

R.M.: ¿Su comprehensión de la obra de Cioran ha cambiado desde la primera lectura hasta hoy? ¿De qué manera? ¿Cuáles aspectos atrajeron su atención en una primera lectura y cuáles considera importantes hoy?

S.E.M.: Desde luego que mi comprensión ha cambiado de Cioran y de la filosofía en su conjunto, quizá ahora leo con más cautela y distancia, eso que algunos llaman de manera pomposa “hermenéutica de la sospecha”, yo diría de manera más simple, que leo desde lo que vivo e imagino vivir. Como ensayista y escritor, aspiro a la creación de un estilo natural y simple de escritura. De ahí mi interés en Borges y en Cioran porque se trata de autores –guardadas sus diferencias– que transitan de un estilo efectista y rotundo a un estilo natural e imperceptible. El primer Cioran está más cerca de un estilo retórico que conmueve al lector, y el último, se ejercita en un estilo impersonal, cercano al pensamiento Zen y al taoismo en su perspectiva estilística, no en sus ideas.

De adolescente me estimulaba el pensamiento provocador de Cioran, sus invectivas contra todo y contra todos. Su apología de vidas miserables, de los vencidos y marginados de la historia; siempre he tenido un gusto y una pasión por leer vidas y obras de autores marginales. Como los primeros amores, las primeras lecturas nos marcan. Lo primero que me atrajo de Cioran fue su amor por la música, todavía comparto su pasión por las artes musicales y autores como Bach y la música clásica. Aún sigo siendo un escucha apasionado por la música contemporánea y me interesan los pensadores como Cioran, Adorno, Mann y Trías que se conmueven por las artes sonoras. Ahora me interesa mucho más el Cioran que está atento a la complejidad, ambigüedad y extrañeza de la vida humana, que cuestiona y crítica sin concesiones, pero sobre todo el autor que tiene piedad y compasión por haber asumido hastas sus raíces la miseria y finitud humanas. La obra de Cioran nos proporciona una poderosa radiografía del ser humano.

R.M.: ¿Qué piensa de los críticos que niegan toda relevancia, seriedad y consistencia a la obra de Cioran, acusándolo de tratar “la desesperación como mercancía”[2] o de ostentar un “pesimismo chic[3]? En su opinión, ¿cuál es la actualidad de la obra de Cioran?

S.E.M.: Son tres cuestiones fundamentales, ya hemos hablado de eso largo y tendido en conversaciones de café y sobremesa. Después de su consagración como escritor, criticar a Cioran se ha vuelto un deporte, incluso no faltan libros periodísticos que atacan o cuestionan algún aspecto personal de su vida fuera de contexto para desacreditarlo, y claro no se trata de ponerle veladoras y crear parroquias intelectuales en torno suyo, nada más contrario a su pensar que la adoración acrítica, sino que hay una efervescencia políticamente correcta en nuestro tiempo por impugnar o invalidar algún autor desde algún aspecto que no va a tono con las consignas de nuestro tiempo. Opera un nuevo macro/micro-fascismo invisible que dicta qué leer y con qué graduación de anteojos exactamente. Yo diría que los motes de Cioran desesperado, místico, reaccionario, pesimista y nihilista o ateo, o cualquier otra etiqueta que se le ponga, pueden responder a alguna idea, cita, o argumento cioranesco, pero no capturan la imagen integral del autor ni de la obra. Resulta tan cierto afirmar que Cioran tiene una lectura desesperada, mística, pesimista, nihilista, atea de sí y del mundo, como su contrario, y su vasta obra, una y diversa a la vez, se encarga de mostrar –de manera borgesiana– que todo libro guarda su refutación. Yo diría que el núcleo de su pensamiento hiper-crítico e hiper-lúcido reside en abismarse en los umbrales limítrofes de la condición humana desde el espejo de su claroscuro. De ahí su recurrencia de elucidar kantianamente los límites de la estupidez, la genialidad, la banalidad, la grandeza, la vileza como elementos concomitantes de nuestra humana condición. Y justo ahí reside su actualidad, en su inactualidad extemporánea, en su capacidad siempre viva y fresca por interpelar el presente desde sus líneas de fractura y disidencia. Cioran es un autor clásico cuya lectura siempre renueva nuestra mirada de las cosas, es una invitación a desaprender toda creencia fija, un laxante de las ideas y sistemas filosóficos. Por lo mismo habría que inscribirlo, sin que sea una paradoja, en la línea directa de los grandes moralistas franceses que cuestionan las costumbres y virtudes sacrosantas de la humanidad. Y es justo su condición de clásico moderno que lo hace más vigente que nunca. Siempre encontraremos algún joven con un libro de Cioran bajo el brazo, es parte de la dieta intelectual de toda insurrección. Para mí la más grande aportación de Cioran es como estilista de la lengua francesa, un ejercicio vital cruento y despiadado con la forma y la lengua, considerando que su lengua nativa es el rumano. Su obra proteica y vigorosa es fuente de belleza literaria y sabiduria existencial. Cioran es un clásico moderno, jamás termina de decir lo que tiene que decir –diría Italo Calvino.

R.M.: ¿Cómo usted concibe la singularidad del pensador rumano en el horizonte intelectual europeo de la segunda mitad del siglo XX? Pensando en la relación entre Cioran y sus contemporáneos (sobre todo franceses), ¿cuáles pueden ser comparados o acercados al pensador rumano?

S.E.M.: La singularidad de Cioran consiste en abrevar de la tradición antigua apropiándose de forma única, original e intransferible, de ahí la imposibilidad de imitar, seguir o proseguir su obra. No hay una corriente cioranesca como heideggeriana o marxista, por citar dos ejemplos de escuelas notables. Es un solitario que gusta de la compañía de unos cuantos solitarios también; su amistad entrañable con alguien como Henri Michaux ilustra la singularidad de dos formas diversas, casi divergentes de ver el mundo pero de asumirlo desde el anonimato. Tiene cercanía con autores nihilistas, escépticos y críticos, pero su cercanía a veces es más aparente que real. Se podrían mencionar nombres próximos como Albert Caraco, Maurice Blanchot y Cossery entre otros, pero si leemos con atención las semejanzas no son sino eso, semejanzas, que no ocultan diferencias infranqueables. Quizá la conjunción de humor y piedad sea un sello cioranesco indiscutible y único que lo distancia de los demás. Por ejemplo, otro gran estilista y pensador notable de la lengua francesa como Albert Camus, lo podemos leer a la par de Cioran y bien podría ser la antítesis de lo expresado en El Hombre rebelde y El mito de Sísifo, también dos obras paradigmáticas del pensamiento moderno francés de posguerra. La relación de Cioran con sus contemporáneos es muy compleja, es de distancia crítica, pero también de lectura atenta. A tal grado que sus obras siempre tienen un giño a la actualidad y otro a la posteridad-tradición, nunca deja de estar dialogando con sus pares, aunque rara vez los mencione directamente. El título de sus obras, tiene una puntería periodística impresionante, es un maestro del kairós como tiempo oportuno para las publicaciones. Sus obras dan el corazón del presente, pero lo hacen desde un ángulo oblicuo, no directa o explícitamente, y gracias ello, al ser desde una mirada al sesgo con la actualidad tienen múltiples posibilidades de lectura. La actualidad política de Cioran es algo que apenas se está elucidando. También su perspectiva ético-política está llena de incomprensiones que el propio Cioran alimentó en parte. Pero ahora bajo la crisis de la modernidad y la fractura de las visiones políticas fundacionales se asiste a la emergencia de posturas críticas donde la obra cioranesca tiene mucho que decir y sobre todo contra-decir. Habría que leer su obra en diálogo crítico con los pensadores más importantes de su tiempo y de nuestra contemporaneidad. Se podrían examinar las proximidades de su pensamiento con la experiencia interior y el no-saber de George Bataille o la escritura fragmentaria de Maurice Blanchot, sus aforismos sobre la existencia humana al borde del no-ser resuenan en las reflexiones de un pensador como Jean-Luc Nancy cuando afirma que: “La finitud designa la esencial multiplicidad y la esencial no-absorción del sentido, o del ser. Ella designa el sin-esencia del existir”[4]. Cioran no expresa lo mismo que estos autores, empero sus ideas están en diálogo y disenso con el pensamiento actual, y resulta fundamental su atenta lectura porque renueva la conversación cultural desde otra óptica. Asimismo las discusiones actuales en torno al anti-especismo y anti-natalismo refieran o no a Cioran, nos muestran la enorme actualidad de su elucubraciones, al respecto pienso en un filósofo contemporáneo como Julio Cabrera y su Crítica de la moral afirmativa quien dialoga con Cioran y Savater extrapolando la argumentación en el debate contemporáneo con autores como Habermas, Tugendhat, Hare y otros. No es que esté Cioran en todas partes y en todas las discusiones, pero sus planteamientos, cuestionamientos e intuiciones cobran una inusitada actualidad.

R.M.: ¿Cuáles líneas de investigación usted considera promisoras para quienes piensan hacer sus estudios académicos sobre Cioran? ¿Hermenéuticas existenciales? ¿Antropología filosófica? ¿Filosofía de la religión y de la mística? ¿Ética y política? ¿Estética? En su visión, ¿ética y estética son para Cioran – como para Wittgenstein – una sola y la misma cosa?

S.E.M.: Cioran y otros pensadores no académicos como Nietzsche, Blanchot y Bataille, alimentan y oxigenan la discusión académica porque la renuevan desde sus líneas de fuga o de apertura. Resultan autores y obras necesarios para repensar la discusión intelectual y política cualquiera que esta sea porque dan otras visiones extrínsecas, descentradas, más plurales y abiertas a la agenda del claustro académico universitario. La obra de Cioran tiene implicaciones filosóficas, culturales e intelectuales en todos los ámbitos, conlleva un relectura de la ontología desde una nueva perspectiva que invita a repensar el ser y la existencia en su íntima correlación con la nada y el vacío. Posibilita una relectura creativa de la contingencia y finitud. Y dicha elucidación tiene consecuencias fundamentales para la antropología y la política. Es una invitación a repensar la condición humana desde sus abismos, fronteras infranqueables, umbrales desconocidos. Junto con Schopenhauer, Nietzsche y Freud, Cioran nos abisma en el reconocimiento de una alteridad inmanente tan desconocida como desconcertante. Su lectura no se puede entender si no es a contraluz de la crisis e interpelación de la modernidad. Su obra constituye una impugnación activa del sujeto moderno, pero lo hace desde un sujeto-cuerpo-finito abierto a la exposición de la intemperie más atroz, trágica, hermosa, impía, y a la vez, paradójicamente, cargada de una piedad salvaje auténtica. Cioran es un Rousseau posmoderno melancólico, o un premoderno agobiado por la fatiga de excesos descomunales. O ambos a la vez. Y retomando la pregunta creo que pese a las diferencias con Wittgenstein, en ambos casos está presente la tentación mística, y en ambos casos, la duda se impone como vigorosa vacuna contra toda mirada teológica. Wittgenstein y Cioran han llevado el cuestionamiento de sí y la autocrítica hasta llegar a linderos insospechados.

Ahora estoy leyendo un libro de Tom Lutz sobre El llanto. Historia cultural de las lágrimas que inicia con la consideración siguiente: “el llanto es un valor universal. A través de la historia, y en todas las culturas, la humanidad ha vertido lágrimas emocionales: en todas partes, toda la gente llora en algún momento de su vida”[5]. Y la obra toma como punto de partida las elegías amorosas latinas, la Summa Theologica de Santo Tomás de Aquino y las consideraciones en torno al sufrimiento voluptuoso de Cioran de su publicación Lágrimas y santos de 1937: “De no ser por sus lágrimas la santidad no nos interesaría mucho más que una intriga política medieval en un pequeño pueblo”. Sin las reflexiones de Cioran sobre las lágrimas y otros temas, quizá esta y tantas obras más no hubieran sido realizadas. Su obra ha sido fuente de muchas búsquedas que radicalizan o extrapolan alguna idea apenas sugerida por el autor. Lo que más me interesa de Cioran son justamente esos ejercicios intelectuales que se posibilitan afuera de la filosofía académica pero que interpelan y dinamizan el saber y la cultura en su conjunto.

R.M.: ¿Cuál es ahora la recepción de la obra de Cioran en México, dentro y fuera de la Academia?

S.E.M.: Amigo personal de Octavio Paz a partir de 1947, Cioran colaboró en las influyentes revistas de Plural y Vuelta. Asimismo fue traducido y entrevistado por Esther Seligson en 1985, aunque la traducción castellana de la poeta y escritora mexicana Del inconveniente de haber nacido publicada por Taurus es de 1981.[6] Los primeros libros de Fernando Savater como Filosofia tachada y otros tantos estuvieron bajo la brújula de Cioran. En 1974 también la editorial Taurus publica la tesis doctoral de Savater con el título Ensayo sobre Cioran, fue uno de los primeros acercamientos que tuvimos muchos jóvenes a una lectura del conjunto de la obra del pensador rumano. Estamos hablando antes de la era de Internet, cuando muchos libros en México circulaban en fotocopia o en préstamos de amigos. El influjo de la filosofía francesa en México data de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Pero autores como Cioran, Blanchot y Bataille eran poco leídos desde espacios universitarios y académicos. Poco a poco, luego las cosas han ido cambiando. Pensadores marginales como Cioran y muchos otros más que estaban excluidos de la academia empiezan a ser leídos en México y en el mundo, asistimos a un descentramiento y replanteamiento del canon occidental, para decirlo con un autor próximo y lejano a Cioran como Harold Bloom. Hubo en las universidades y espacios académicos en México, como en otros lugares, ciertas corrientes hegemónicas como marxismo, fenomenología, filosofía analítica, pero ahora, el panorama es mucho más complejo y plural, ya no hay corrientes dominantes sino más bien asistimos a un nuevo anarquismo epistemológico y los paradigmas del conocimiento intelectual tienden a difuminar sus fronteras, incluso se puede contemplar un diálogo entre filosofia, humanidades y ciencias sociales cada vez más frecuente. Las perspectivas inter y transdiciplinarias empiezan a ganar terreno. Ahora no hay curso o seminario sobre el pensamiento francés del siglo XX que pueda prescindir de Cioran sin ejercer una flagrante violencia.

En la década de los setenta, Savater ya denunciaba la penosa situación de la filosofía académica en España, la cual también aplica a Latinoamérica, y por lo mismo pensar con Cioran significa: “realizar una crítica rigurosa de la institucionalización del pensamiento, no efectuada desde una ideología concreta, opuesta a la vigente, sino desde la posición de lo inasimilable por el sistema académico mismo” (Ensayo sobre Cioran, nota liminar). Por desgracia aún impera la situación institucional de inercia y mediocridad académica que privilegia políticas educativas y de investigación que condenan la libre creación en favor de la reproducción del orden establecido. Autores como Cioran aluden a ese resto inasimilable e intragable por el pensamiento hegemónico. De manera particular no creo que haya nada más benéfico para el diálogo intelectual que abrir esas fronteras del saber, ubicarse en los intersticios, márgenes y umbrales donde se pueden potenciar conversaciones y encuentros horizontales.

R.M.: ¿Qué piensa usted de la “obsesión” de Cioran por Dios? De hecho, Cioran tiene muchas “obsesiones” (terminología psicopatológica que él emplea con gusto). Paralelamente a la obsesión por Dios, ¿la obsesión de Cioran por la nada no lo acerca tanto de los nihilistas como de los místicos (cristianos y otros)? Me gustaría citarlo: “Todos los nihilistas combatieron a Dios. Una prueba más de la proximidad de éste con la nada. Cuando lo has trasgredido todo, no te queda por destruir ya sino esta última reserva de la nada” (Lágrimas y santos). ¿Cioran hace una lectura nihilista de la experiencia mística (incluso cristiana, que es teológica, de la experiencia inmediata de la presencia de Dios[7]) e, inversamente, una lectura místico-religiosa del nihilismo?

S.E.M.: Respecto al tema de Dios y de la religión, Cioran, un poco como Nietzsche y Heidegger (dos autores con quien no deja de polemizar directa o indirectamente nunca), tuvo a lo largo de su vida diversas posturas, no hay una visión unívoca ni lineal respecto a la divinidad. Su acercamiento en espiral va abriendo y cerrando el zoom de la mirada cioranesca en torno a la divinidad, casi como si se tratase de una cacería tan imposible como necesaria. Dios es para Cioran, como bien apunta ya la pregunta, la cual contiene parte de respuesta: enemigo íntimo, adversario, blanco de críticas, aliado, fuente de conocimiento, de angustia, de soledad, de interpelación y enigma indescifrable. Confiesa, más de una vez, que abusa de la palabra Dios para nombrar lo Inconcebible. Diría su venerada amiga María Zambrano: la expresión de la religión es cultural y epocal, su raíz su antropológica no lo es. Al igual que Pascal, toma distancia de la divinidad filosófica, en tanto artículo de fe de todos los grandes sistemas metafísicos, y se siente próximo, más no creyente, del Dios de Abraham, Isaac, de Jacob… De ahí que Cioran problematiza el Dios de la metafísica y de Descartes, pero también el de Pascal y de Kierkegaard, el vaciamiento nihilista de los místicos y padres de la Iglesia y de Oriente. Comparte la fascinación por el pensamiento, arte y religión orientales, pero también toma distancia como europeo ilustrado heredero de una tradición crítica. Lee con gran interés y pasión a los místicos y religiosos, le intriga sobremanera la vida de los santos y herejes. Más que los contenidos religiosos lo que verdaderamente le conmueve es el asunto de las intensidades enfebrecidas patológicas. La fiebre, el delirio, el éxtasis espiritual le causan un arrobo único. El espíritu luciferino le va a atormentar toda su vida, como a Kierkegaard y Leon Bloy.

El nihilismo en Cioran tiene diversas lecturas, es un amplio espectro de como se puede interrogar sus complejas y contradictorias manifestaciones. Según él, la condición humana paradojal expresa de suyo una indeterminación esencial del ser. Nuestra finitud y errancia es fuente de paradojas y contradicciones. Habitamos los bordes de la existencia, la nada nos corroe, nos llena de una oquedad mortecina e infranqueable. Sin embargo, Cioran antepone la nada vital, la potencia negativa existencial, el no ser que nos habita a la nada metafísica. Pocos pensdores han explorado tan a fondo las potencias de la negación como Cioran. En algún momento, un poco como el primer Nietzsche de la tragedia estética, la música sirve de paliativo frente al nihilismo existencial, luego ni siquiera el arte es suficiente, se revela como una cruenta mascarada: “sin Bach la teología estaría desprovista de objeto, la creación sería ficticia, la nada perentoria” (Silogismos de la amargura). En última instancia no queda nada que no sea la melancolía por un Dios ausente, exilio y divinidad son dos caras de un yo interior desahabitado: Dios está tan lejos como la nada.

R.M.: ¿Cómo ve usted la posición de Cioran entre la Ortodoxia y la heterodoxia, el cristianismo ortodoxo y el gnosticismo?

S.E.M.: Justo creo que la clave está en la Y, la conjunción disyuntiva de terminos. Cioran se sitúa en el umbral equidistante entre el ser y el no ser, la nada y la muerte, la razón y la sin-razón, el exceso y la falta, abre el diálogo necesario entre quienes propugan la muerte de Dios y el retorno a la metafísica y lo divino. Es claro que no es un ortodoxo cristiano, pero tampoco es un hereje o apóstata sino que su agnosticismo melancólico singular coquetea con el escepticismo y la ironía sin quedarse o casarse con ningún extremo. Diría que se trata de un pensamiento en movimiento, un pensamiento vivo, que merodea el objetivo y lo va cercando desde diversos flancos. Su pensamiento es de una oscilación pendular paradójica. Si en algo se aproxima a otros dos grandes pensadores del margen como Nietzsche y Karl Kraus es en el arte del matiz, del perspectivismo. De dar un sentido exacto a la exposición de una idea como estado de ánimo singular. Y justo esa capacidad para dar la nota exacta del objeto como si se tratase de una variación musical es lo qe resulta tan difícil y polémico, pues es fuente de malentendidos y caricaturizaciones de su obra desde interpretaciones apresuradas o mezquinas. Sus afirmaciones me recuerdan mucho a las de Borges, quien señala que todo libro guarda su anti-libro, su afirmación y refutación de manera conjunta y recíproca. Dicho esto, tanto Borges como Cioran están muy lejos de ser nihilistas o relativistas.

R.M.: ¿Usted tiene algún libro favorito de Cioran? ¿Le gusta más sus libros franceses o rumanos (o los dos)? ¿Hay algún aforismo (o más de uno) que le resulte(n) especialmente memorable(s)? ¿Podría citarlo(s) para concluir?

S.E.M.: No hay libro de Cioran que no me atraiga de manera especial, toda su obra me seduce y sugiere muchas ideas, moviliza el acto de pensar. Leo y releo una y otra vez, y cada lectura es novedosa, porque me arroja nueva luz, o, mejor todavía, me trae oscuridades y penumbras no desveladas aún. Como escritor, sus diarios y escritos menores me seducen quizá con una mayor fuerza porque me muestran al hombre de carne y hueso aquejado por los dramas de la vida de cualquier ser humano común que tiene raptos de lucidez extrema. Desde luego que hay aforismos memorables, dignos de ser citables por el mero arte de glosarlos y gozarlos, a sabiendas de los ambiguos sentimientos que le daparaban a Cioran el arte de citar, sirvan de meros ejemplos:

  • “Si yo fuera Dios, haría de mí cualquier cosa excepto un hombre. ¡Qué grande sería Jesús si hubiera sido un misántropo!”
  • “Soy un Job sin amigos, sin Dios y sin lepra”.
  • “Será Dios algo distinto a un intento de satisfacer mi infinita necesidad de Música”.
  • “La música deshace la antinomia de un infinito actual”.
  • “Sólo la música puede crear una complicidad indestructible entre dos seres- Una pasión es perecedera, se degrada como todo aquello que participa de la vida; mientras que la música pertenece a un orden superior a la vida y, por supuesto, a la muerte”.
  • “El amor es el único modo fecundo de engañarse en el marco de lo absoluto. Por ello, al amar, solamente podemos estar cerca de Dios a través de todas las ilusiones de la vida”.
  • “Siendo el hombre un animal enfermizo, cualquiera de sus palabras o de sus gestos equivale a un síntoma”.
  • “El hombre se halla en algún lugar entre el ser y el no-ser, entre dos ficciones”.
  • “La lucidez: un martirio permanente, inimaginable proeza”.
  • “El estupor…, invariante de la soledad”.
  • “Para poder vislumbrar lo esencial no debe de ejercerse ninfún oficio. Hay que permanecer tumbado todo el día, y gemir…”
  • “Quien no cree en el Destino prueba que no ha vivido”.
  • “Devorado por la nostalgia del paraíso sin haber conocido un acceso de fe verdadera”.
  • “Los únicos instantes favorables son aquellos que nos expulsan fuera del tiempo”.

R.M.: Estimado Sigifredo, muchas gracias por la entrevista. Si quiere dejar un último mensaje a nuestros lectores, siéntase libre de concluir como quiera.

S.E.M.: Creo que Cioran escribió desde la búsqueda de un margen activo, asumió el nomadismo como una cuestión existencial, pero también ético-política, en América Latina tenemos también una condición extra-territorial de diaspora y exilio, una condición periférica, subalterna, marginal. Habría que pensar la recepción de Cioran y de tantos otros grandes pensadores desde la construcción de una plataforma marginal, una suerte de lógica intersticial que abreva y se abisma en umbrales y fracturas. No hacer del margen o lo marginal un centro, sino precisamente descentrarlo, dinamitar la relación de hegemonía entre centro y periferia. Hacer de la lectura un acto creador. Sus Ejercicios de admiración nos muestran cómo podría ser una lectura creativa que efectúa un gran pensador de grandes poetas y pensadores que concibe como interlocutores, algo así expresa el genial crítico Harold Bloom cuando habla de la recepción de los grandes autores de la tradición precedente en La angustia de las influencias y Anatomía de las influencias. Se trata de pensar con Cioran o con Foucault o con Blanchot o con Juan de las Cuerdas, no de repetir sus ideas. En América Latina tenemos que arriesgar un poco más ideas propias, no ideas originales necesariamente, pero si ideas propias que surgen de un ejercicio vital-existencial del pensamiento singular. En este sentido el ensayismo literario resulta ser un espacio intelectual muy promisorio que además se incrusta en una tradición venerable. Recrear el ensayismo literario a caballo entre la ciencias y las artes, significa para mí, y para tantos otros escritores más, una posibilidad de relectura como juego incesante de re-escritura creativa y crítica. En eso estamos hasta que la vida nos lo permita. Gracias por las preguntas, que son mucho más intelegentes y lúcidas que estas respuestas a bote pronto. Siempre hay que guardar el preciado arte de preguntar: es la clave de todo. Y una vez más ahí Cioran es un gran maestro que incita e invita a no dejar nunca de seguir preguntándose por eso que nadie se cuestiona y da por hecho.


NOTAS:

[1] Octavio Paz, “Cincelador de cenotafios”, Revista Vuelta, México, Julio de 1995, p. 61.

[2] SIMON, Pierre-Henri, “O desespêro como mercadoria”, Tribuna da Imprensa, Rio de Janeiro, 19-20 de julio de 1952. Disponible en: https://portalcioranbr.wordpress.com/2020/05/16/desespero-mercadoria-phsimon/

[3] En una reseña del libro de Clément Rosset, Le principe de cruauté (O principio de crueldade), Wilson Coutinho incurre en dos equívocos típicos de lecturas superficiales: además de describir la filosofía de Rosset en términos de un “pesimismo chic”, el crítico evoca Cioran como otro representante de esa moda filosófica que según él, empezaba a llegar en Brasil. COUTINHO, Wilson, “Um pensamento no fio da navalha”, Jornal do Brasil, Rio de Janeiro, 16 de septiembre de 1989.

[4] Jean-Luc Nancy, Un pensamiento finito, Barcelona, Anthropos, 2002, p. 9.

[5] Tom Lutz, El llanto. Historia cultural de las lágrimas, México, Taurus, 2001, p. 13.

[6] Esther Seligson, “Cioran o el grito de la conciencia ulcerada”, Revista de la Universidad de México, México, No. 413, junio de 1985; Esther Seligson, Apuntes sobre E. M. Cioran, México, La Centena-Conaculta, 2003.

[7] Es de Bernard McGinn la definición de la experiencia mística cristiana como experiencia extática de la presencia de Dios. Cf. McGINN, Bernard, The Presence of God: A History of Western Christian Mysticism. New York: Crossroad, 1994.